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Michel des Assantes, prestigioso cirujano plástico parisiense, comprueba un buen
día que ha tocado fondo: al hastío de una vida con una esposa a la que no ama, un hijo que
le es ajeno y unos amigos a los que desprecia, se une ahora la imposibilidad de batallar en lo
que considera su última trinchera: el sexo.

Sin ánimo para quitarse la vida, Michel compra la bicicleta de un estrafalario ciclista que se disponía a iniciar la travesía París­Tombuctú, y a lomos de tan frágil vehículo inicia el mismo el periplo. Quiere huir de todo, y Tombuctú se le antoja una tierra prometida tan buena como cualquier otra, desde el momento en que se ve obligado, por mandatode su propia cobardía, a seguir viviendo.

A su paso por el Levante español, agotado y sin EPO (Anabolizante) que llevarse al cuerpo, intenta superar una loma mediante la inocente argucia de agarrarse a un camión de
tomates. Craso error, pues su acción provoca un accidente que dará con sus maltrechos
huesos ­ y con el forúnculo que le ha salido en donde más podía molestar ­ en la pequeña
población costera de Calabuch, justo en los días en que la pintoresca villa se prepara para
celebrar el cambio de milenio con sonados fastos, tales como la visita de Bahamonde o la
adhesión pública a la campaña nacional que promueve el turismo de invierno:


ENTRE EN EL MILENIO EN BAÑADOR.

El forúnculo se verá sajado, a primeras de cambio, por Trini, encantadora
cincuentona cuya aparición empieza a consolar algo a Michel de las desgracias pasadas.
Aún así reanudaría la marcha, pero su bicicleta ha quedado en un penoso estado, y se está
reparando en el taller de Boronat, un anarquista irredento que ha sido designado por las
autoridades locales para entregar a Bahamonde, de quien fue gregario en los tiempos
gloriosos del Tour, las llaves de hijo predilecto del pueblo. El pasaporte de Michel, por otro
lado, se ve retenido por trabas burocráticas. Todas estas circunstancias le obligarán a
resignarse: le quedan cuatro o cinco días de estancia forzosa en el pueblo. La Nochevieja se
acerca, y al forastero le han tocado todas las papeletas para vivir el cambio de milenio en
Calabuch.

Alojado en casa de Trini, tendrá que intimar con los dos hermanos de ésta: Encarna, una
monja mística con pasado de ángel de la muerte, y Gaby, un diseñador de lujo que ha
terminado encerrándose en las mismas soledades que Michel pretende encontrar en
Tombuctú. Artemio, el marido encarcelado de Trini, asomará también en su momento, con
un permiso especial para tomar las uvas.

Pero la fauna del pueblo, evidentemente, no acaba ahí: desde la alcaldesa que mantiene a
su separado marido a raya con un medidor de metros láser, a los futbolistas africanos que
esperan su gran oportunidad trabajando sin contrato en una fábrica de sanitarios, pasando
por un cura hooligan en libertad provisional y unos guardias civiles orgullosos de estar
conectados al gran ordenador central europeo por el que los pecadillos pasados de Michel
afloran con sorprendente fluidez, dificultando cada día más la recuperación de su confiscado
pasaporte, sin olvidar a los turistas eslavos que, con una mano delante y otra detrás, se
acercan a disfrutar de las mieles de la campaña turística de invierno, el hormiguero humano
que pulula por Calabuch empieza a atrapar a Michel en la misma red confusa de
obligaciones sociales de la que intentaba escapar.

A pesar de todo, la decisión de Michel es firme: o la muerte, o Tombuctú. Pero este filme
puede terminar dando la razón a quienes sostienen que la huida es imposible, y que inicia un
vano empeño quien pretende alcanzar, de un modo u otro, su propio Tombuctú.


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